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El viejo tranvía

Producciones del Taller «Paraná: Historia, Patrimonio Cultural y Legado»


El viejo tranvía

*Por María Inés Bacigalupo

Estudiante del Taller «Paraná: Historia, Partrimonio Cultural y Legado»

De los años de mi infancia, el tranvía es uno de los recuerdos más gratos de evocar. La esquina de calles Santa Fe y 25 de junio era una de sus paradas, justo frente al viejo almacén de Don Minardi. Esperábamos verlo aparecer por el Norte subiendo la cuesta de calle Santa Fe donde -debido a la naturaleza del terreno- lo primero que se divisaba era esa larga varilla que conectaba el tranvía al cableado eléctrico. Luego, aparecía el número que lo identificaba. El N° 1 iba hacia el centro, el N° 5 a la Estación de trenes y el N° 2 llevaba al cementerio. Finalmente se escuchaba el típico traqueteo y deslizándose sobre los rieles, aparecía el colosal aparato de hierro sacando chispas.

El costo del boleto era de cinco centavos que el motorman apilaba en monedero de metal de varias compartimentos según su valor. Rara vez los hombres viajaban sentados pues siempre cedían los lugares a las mujeres, no lo disponía una norma, era un acto de caballerosidad.

Regresábamos en el mismo tranvía donde el motorman conducía en sentido opuesto y los asientos de madera cambiaban de posición. Antes de bajar, los chicos forcejeábamos por colocarnos cerca del llamador que pisábamos una y otra vez, nada más que para escuchar el sonido de la campanilla.

El motorman conduciendo esa colosal máquina de hierro, con su uniforme y su gorra siempre impecables, era el dueño absoluto de la calle. Nunca perdía su compostura, sin importar las horas que llevara trabajando. Sólo recuerdo a un motorman que una vez perdió los estribos, por así decirlo. Fue cuando mi tía abuela, oriunda de Buenos Aires, intervino en una conversación casual entre pasajeros. Con la osadía que le permitían sus canas y haciendo alarde de su impulsivo temperamento, hizo un gesto con el echarpe que llevaba puesto y levantando el tono de voz dijo: “Con esto ahorcaría a ese mal nacido”. El motorman frenó el tranvía y dirigiéndose a ella con respeto, la invitó a bajarse por ofender la investidura presidencial. Aída era la hermana mayor de mi abuelo Eudaldo, concejal por la minoría, que nunca cobró un sueldo porque era un servicio que se brindaba ad honorem.

En calle Santa Fe, cerca de la parada, en una pensión vivía Doña Pepa quien –según trascendidos de la época- había casado y enviudado varias veces. Para paliar las horas de soledad Doña Pepa menudo tomaba el tranvía y hacía el recorrido como si fuera un tour de viaje y hasta llevaba alguna merienda para degustar en el trayecto. Era abuela del reconocido fotógrafo Luis Pasquet. En esa época, las calles estaban adoquinadas y el tránsito era escaso, en consecuencia los padres nos autorizaban a jugar en la vereda.

Transcurrido el tiempo, el tranvía fue sacado de circulación y las calles adoquinadas fueron cubiertas por capas de asfalto.

En un terreno baldío de la zona Sur de la ciudad, hubo un viejo tranvía abandonado que alguien transformó en una modesta aula de barrio. Era un paisaje muy extraño de ver: los niños con sus gualdapolvos blancos y la maestra dando clases. El tiempo pasó y el pastizal fue cubriendo paulatinamente la vieja carcasa que la inclemencia del tiempo transformó en chatarra, y allí quedó, el viejo tranvía cubierto de herrumbre y olvido.

 *Fotografías de Juan José Battistutti – Comisión de Homenaje Permanente al Tranvía Paranaense en Hace 54 años circulaban por última vez los tranvías en Paraná (20 de julio de 2016) EL ONCE. Disponible en: http://www.elonce.com/secciones/sociedad/469965-hace-54-anos-circulaban-por-nltima-vez-los-tranvnas-en-paranna.htm

 

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