Muestra de cierre del Taller de comunicación y expresiones artísticas de la FCEDU en la cárcel de varones

Publicado el: 17 diciembre, 2025 Última actualización: diciembre 17, 2025

Pelotas correteando, malabares girando, acrobacias pasando…., 1 … 2 … 3… Explotó el circo criollo en la Unidad Penal Nº1 Juan José O’Connor de Paraná.

Una vez más, como cada fin de año, los talleres de comunicación y expresión artística que se desarrollan dentro de las Unidades Penales de la ciudad de Paraná -desarrollados en el marco del Programa La UNER en contextos de encierro del Área de Comunicación Comunitaria- presentaron sus muestras finales. En la Unidad Penal Nº1, la cárcel de varones, la propuesta tomó forma de circo criollo.

Y ahí estuvieron ellos, los muchachos del taller, poniendo el cuerpo en juego y en escena, con todo lo que eso implica, el compromiso de sostener una práctica que al principio era desconocida, el desafío de animarse a salir de su zona de confort, el juego como puente, las canciones elegidas entre todos, la búsqueda del vestuario posible, la paciencia de los ensayos y la confianza de dejarse mirar. Una vez más, las personas privadas de su libertad apostaron a crear algo colectivo, a mostrarse desde otro lugar, a correrse por un rato de la rutina y meterse de lleno en la magia del circo. Y eso fue lo que pasó, una magia bien criolla

Era jueves, día en el que habitualmente se desarrolla el taller, pero el clima era festivo. El sol caía a pleno y el calor te pegaba de frente, pero aun así había una movida rara, linda, como de previa de fiesta. Los colores empezaron a aparecer por todos lados, telas que flameaban, banderines en alto, pelotas que no paraban de rodar, y arriba del escenario, el gigante Amapola, representando la justicia, con sus trenzas de colores y una boca enorme, parecía reírse de lo que sucedía en el escenario, junto con el público. Ahí estaba, mirándo desde arriba, completando el circo. Grande, exagerada, un poco burlona y un poco seria, como hecha para recordar que esa figura, la del poder que avasalla, es siempre el tema, la pregunta, el ruido, la presencia inevitable.

Mientras que el público iba llegando de a poco, algunos con el mate, otros buscando dónde sentarse en las tribunas, las y los invitados con esa curiosidad linda de previa; el patio, que suele ser pura rutina y sombra, se fue transformando despacito en un lugar con otra vibra. Y de golpe, sin que nadie lo anunciara, se sintió, la función estaba por arrancar y el chamuyo del bueno preparado para desparramar.

El escenario estaba listo, y asi, suave y de a poquito, al compás de la guitarra, empezó a sonar una estrofa que decía: Somos el circo criollo carcelero, lo hacemos con amor y mucho esmero -letra de la cancion que fueron creando colectivamente los participantes durante los ensayos- y el show comenzó a marchar.

El circo criollo estuvo formado por cuatro escenas que nacieron en los encuentros de los jueves: malabares, acrobacias, una pequeña obra de teatro y un baile tradicional, El Escondido. Cada número fue tomando forma entre muchas pruebas, debates, torpezas iniciales y como siempre, mucho ensayo. También hubo presentadores, que guiaron la tarde con humor y estridencia.

En estos meses, los participantes fueron desarrollando distintas destrezas, animándose a mover el cuerpo de maneras que les eran nuevas, a probar elementos desconocidos, a descubrir qué les resultaba cómodo y qué no. Nada apareció de un día para el otro: cada escena salió de los ensayos, de probar una y otra vez, de equivocarse sin miedo y de animarse a poner el cuerpo en movimiento. Cada uno puso compromiso, paciencia y los aprendizajes fueron construyéndose de a poco, entender cómo se sostiene una pelota en el aire, cómo se hace una acrobacia sin miedo, cómo se construye una escena teatral entre varios, cómo se baila y a la vez confiar en el compañero de al lado. Todo eso -lo extraño, lo desafiante, lo inesperado- se transformó en creación. Y en ese proceso, cada uno encontró un lugar propio en el escenario.

Aun así, en un contexto complejo para la universidad pública y también para quienes están privados de la libertad -con menos posibilidades de encuentro, restricciones que atraviesan lo cotidiano y la ausencia de familiares y afectos que siempre se siente-, la comunicación fue el hilo que sostuvo cada encuentro del taller. A pesar de lo adverso, el grupo mantuvo el compromiso y las ganas, apostando a seguir creando incluso cuando lo nuevo, lo extraño o lo difícil parecía imponerse y cada uno aportando desde su saber. Por eso, lo que finalmente llegó a escena no fue solo una presentación: fue una celebración compartida, un espacio donde la creatividad, el cuerpo en acción y la palabra tejieron una fiesta que volvió a recordarnos por qué este trabajo tiene sentido y porque es importante seguir apostando a estos espacios, incluso -y sobre todo- cuando el contexto hace todo más difícil.

Todas las escenas y producciones surgieron de las actividades de comunicación que se propusieron en cada encuentro semanal y fueron protagonizadas tanto por los hombres privados de la libertad como por integrantes del equipo extensionista del «Programa La UNER en contextos de encierro», conformado por docentes, graduadas y estudiantes de Comunicación social, Ciencias de la educación, Gestión cultural y Trabajo social, junto a la profesora y actriz Paula Righelato.

Cuando llegó el momento del cierre, la música volvió a adueñarse del patio. Sonaron los primeros acordes y todos se acercaron al centro, esta vez para volver a cantar la canción del principio, esa que había acompañado todo el proceso y que ya sentían propia. Hubo música, baile, algo para comer, algo para tomar y muchas ganas de compartir.

El público acompañó con calidez, compañeros de los pabellones, estudiantes, integrantes del equipo extensionista, personal de la institución y autoridades de la Facultad, que también se hicieron presentes para acompañar la muestra. Todos reunidos para celebrar un año de trabajo, compromiso y compañerismo; un año donde el respeto y las ganas de crecer sostuvieron cada encuentro del taller. Al cierre, uno de los momentos más esperados: la entrega de certificados, que cerró la tarde con aplausos y orgullo, celebrando el recorrido, el esfuerzo y todo lo que cada participante puso para llegar hasta ahí.

El circo nos dio vida, decimos muchas gracias,
y hoy los invitamos, con esta despedida.

Muestra de cierre del Taller de comunicación y expresiones artísticas de la FCEDU en la cárcel de varones
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