Es egresada de la Tecnicatura en Producción Editorial de la FCEDU-UNER, cohorte 2018. En esta entrevista, comparte su recorrido académico y profesional con una mirada crítica sobre el oficio editorial y su impacto social.
“Editar es mediar. Y mediar es abrir caminos”. La frase podría resumir el modo en que Valentina Miglioli piensa y ejerce su trabajo como editora. Egresada de la Tecnicatura en Producción Editorial de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos (FCEDU-UNER), hoy forma parte de distintos espacios de producción editorial con fuerte anclaje territorial y proyección internacional: trabaja en la Editorial Municipal de Paraná, integra el equipo de la colección Balsa de Editorial de l’Aire (Santa Fe), y cursa la Diplomatura en Artes del Libro de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), donde convive con experiencias editoriales de distintas partes del mundo.
Cuando Valentina ingresó a la Tecnicatura en 2018, traía consigo un fuerte vínculo con la literatura, ya que en paralelo estudiaba el Profesorado en Letras en la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Sin embargo, su contacto con la cocina del mundo editorial era todavía incipiente. La experiencia en la editorial cartonera Vera fue el puntapié que la llevó a descubrir términos como “corrección”, “diseño” o “galeras”, y finalmente a anotarse en la carrera. “Me terminó conquistando el mundo de la edición”, asegura.
Durante su formación, fue becaria del Área de Gestión Editorial de la Facultad, a cargo de Marina Hedrich, donde trabajó especialmente en la edición de revistas científicas. “Aprendí muchísimo sobre la edición desde la universidad, sobre todo cuando hablamos de divulgación del conocimiento y de los saberes que se construyen en el ámbito académico”, cuenta. Esa experiencia, subraya, marcó un punto de inflexión: “No es lo mismo hacer edición de libros que de revistas científicas, y mucho menos cuando esas revistas son arbitradas, con artículos de distintos lugares del mundo. Requiere una revisión exhaustiva y una enorme responsabilidad”.
Uno de los aspectos que más valora de la carrera es el enfoque colectivo del trabajo editorial. “Desde segundo año se profundiza el trabajo en equipo, con roles asignados dentro del proceso editorial. Esa grupalidad es fundamental y se disfruta mucho”, recuerda. De hecho, muchas de las personas con las que compartió cursada hoy son sus colegas y amistades: “Fantaseamos mucho con el mundo de los libros y la edición”.
Desde su actual rol en la Editorial Municipal de Paraná, coordina procesos de edición de libros y revistas, tanto en producciones propias como en coediciones con sellos de la región. “No hay muchas editoriales municipales en funcionamiento en Argentina. Poder editar desde el Estado y apostar por la literatura local es una oportunidad valiosa de aprendizaje y crecimiento profesional”, valora.
En paralelo, su formación continúa. La cursada de la Diplomatura de la UNA le abrió nuevas perspectivas gracias al intercambio con editores de países como Brasil, México o España. “Nos permite complementar prácticas y enriquecernos con otras miradas sobre la edición”, afirma.
Sobre la industria editorial, Valentina remarca la variedad de actividades y roles que se pueden asumir. En ese sentido, la carrera le permitió “explotar la creatividad desde miles de aristas diferentes” así como aprender sobre “estándares de calidad y asegurar producciones que sean originales, que sean novedosas, que sean provechosas para las y los lectores”.
Más allá de las herramientas técnicas —diseño, corrección, producción gráfica—, Valentina destaca una dimensión clave de su paso por la FCEDU: “La Tecnicatura me brindó una mirada crítica sobre los procesos editoriales y su impacto en la sociedad. Me formé en un espacio donde pensar el libro es también pensar la educación, el territorio, la historia, las desigualdades”, dice.
Para ella, editar no es simplemente producir objetos. Es una práctica profundamente política. “No existe producción sin reflexión, ni edición sin compromiso. En cada proyecto editorial hay decisiones que importan: qué se dice, cómo se dice, quiénes lo dicen, desde qué lugar”. Esa perspectiva se traduce en cada etapa del proceso: desde pensar una maqueta hasta elegir una tapa. “Siempre me pregunto: esto que estoy haciendo, ¿a quién llega? ¿A quién representa? ¿A quién deja afuera?”, reflexiona.
Con una mirada integral sobre el campo editorial, Valentina sostiene que las prácticas de edición están estrechamente ligadas a la comunicación, la educación y la ciudadanía. “Editar, producir, diseñar libros no es sólo un trabajo técnico; es también una responsabilidad política, social y cultural”, afirma. Y agrega: “El acceso a los libros es también el acceso a un mundo más justo”. Que la formación de edición esté presente en la universidad pública, especialmente, en una facultad donde se estudia Comunicación y Educación, y se le otorgue tanta importancia a la construcción del conocimiento desde este campo le resulta un aspecto a destacar: “La edición es fundamental para pensar cómo se comunica ese conocimiento. Es extremadamente valiosa porque provee los insumos del saber para el futuro, sin importar si hablamos de publicaciones digitales, impresas, semanales, mensuales o de cualquier otro tipo”, apunta.
Su recorrido como graduada está atravesado por una certeza: “No hay acto más transformador que hacer circular la palabra. En plural, con otros y otras, con voces diversas. Construir ese mundo que nos rodea no es tarea sencilla, pero sí posible. Si algo me deja esta experiencia es el deseo de seguir apostando por una producción editorial con sentido, con conciencia, con compromiso. Porque editar, para mí, siempre fue una forma de intervenir en la realidad. Y eso, también, es un acto de amor”.